Sabiendo que tu amor
tenía los días contados
era inevitable llegar al naufragio…
Sabiendo que tu amor
tenía los días contados
era inevitable llegar al naufragio…
Deberían vender embotellados
sueños de olvido,
como elixires perdidos
para poder descansar.
Cuando pesa la cabeza
y duelen hasta los recuerdos,
¡qué bien vendría
un dulce viento pacificador
soplando por la bruma de pensamientos
confusos, turbios, dolientes!
Es dejar de ver
y solo verte a ti.
Es no querer pensar
y solo pensar en ti.
Como si fuera un castigo.
Yo solo quiero rendirme ya
dejar de recelar;
de ponerle trabas a la soledad;
de mirar y desear;
de soñar;
de temer que no sea compartido;
de que sea igual, de que dé igual.
Yo solo quiero saltar,
ser libre.
Dejar de pensar.
¡Por fin ayer pude inaugurar la Feria del Libro! 😀
He estado aguantándome todo el fin de semana, viendo por la televisión todas las noticias relacionadas con la Feria y a la gente apiñada en las casetas y derramándose por el paseo. No, he aguantado estoicamente y me acerqué finalmente ayer por la tarde, que si bien había menos gente, estaba más llena de lo que esperaba.
Pero, ¿qué importa? Mi vida gira en torno a tres eventos: La Feria del Libro Antiguo de Primavera, La Feria del Libro y La Feria del Libro Antiguo de Otoño. Punto. Así pues, me entregué con la emoción de una niña a recorrer arriba y abajo las 300 y pico casetas que conforman la Feria y que me hacen feliz como un regaliz.
Mi amor por la Feria comenzó de la mano de mis padres, por supuesto. Pero a lo largo de estos años ha ido creciendo y afianzándose, y ahora cuando la visito, es como si visitara a una vieja amiga. No hay nada que no me guste en ella (quizás el exceso de gente y el calor sofocante, pero eso no es culpa de la Feria): me gusta ver los millones de libros que alberga, aunque a veces me hagan sentir pequeña; me gusta ver a los autores y mirarles con envidia sana; me gusta imaginarme todas las historias contenidas en las páginas que esos libros encierran y quiénes serán los lectores que las descubran; me gustan hasta las casetas blancas y la gente que te regala abanicos para que no mueras del sofoco… En fin, que me gusta todo en ella.
Es la cita editorial más importante del año, y aunque todos los años voy con la idea de encontrar algo nuevo, siempre me descubro a mí misma buscando en el mapa mis casetas preferidas: Alba, Valdemar, Anagrama y Acantilado (foto). Es en estas casetas donde puedo tirarme media hora larga, aunque prácticamente me conozco todos sus títulos.
Siempre intento comprarme algo que de normal no leería, dejarme llevar por las cubiertas o los títulos llamativos de las últimas publicaciones, pero soy una defensora acérrima de los clásicos, y no puedo evitar sentirme culpable por leer libros más actuales, cuando hay tantos, tantíiiiiisimos libros clásicos que merecen la pena ser leídos. Aún así, debo proclamar orgullosa, que ayer me compré un libro más «actual», que llevaba un tiempo persiguiendo: Pregúntale al polvo de John Fante. Además, el señor de la caseta de Anagrama es súper simpático y me regaló una libretita imitando la famosa cubierta amarilla de la editorial.
Pequé poco ayer. Tengo más libros de los que puedo leer y no me gusta comprar por comprar (aunque es condenadamente difícil). Así que junto a Fante, compré también un mapa de Berlín, que por fin visitaré este año (Super! :D).
Abandoné la Feria con una sonrisa, porque por supuesto, esta no es la única vez que voy a ir este año, sino la primera. Espero veros por allí también 🙂
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PD: Así de bonito estaba el Retiro cuando me iba…
No ayuda ser
el único habitante despierto
en una casa sumida en sueños.
Hay silencio en mi noche sin Luna:
vacía la mente de los pensamientos;
la nada de la eterna vigilia,
del querer sin querer
queriendo a medias
sin llegar a dormir.
La eterna espera que desespera,
perdida entre ovejas,
contando respiraciones.
Los ojos abiertos
y la cabeza alerta.
El viento gimiendo
y la casa aullando:
afuera baila la tormenta.
No es miedo a las tinieblas,
es la imaginación siempre excitada,
siempre inquieta, siempre anhelante;
es una mirada tuya
y los latidos a mil por hora.
No es más que el deseo
de traerte a mi lado,
el pactar con los sueños
para encontrarme contigo.
Sin dormir, escuchando al reloj,
espantando las telas de araña del tedio,
imaginando tu pecho latiendo,
contando las estrellas que no veo
hasta perder el conocimiento.
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Buenas noches 🙂
Tanto tiempo dando palos de ciego
para acabar encontrándome
cara a cara contigo.
Perdidos en el miedo
de perdernos, de encontrarnos,
de volver a equivocarnos;
con las dudas que derivan de la experiencia;
de no querer quererte
sin dejar de tenerte.
Huir para encontrarnos,
así, sin pensarlo,
así, de repente,
y no tener ya más dudas,
solo tiempo.